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Se hizo esperar por demás, pero finalmente llegó. El partido decisivo que chocaría a dos entidades del oeste de la ciudad para volver a lo más alto del fútbol rosarino. Un lugar que ambos clubes anhelan por diferentes motivos. Río Negro para dejar atrás ese fatídico año que estuvo en la élite donde rápidamente tuvo que dejar ese lugar de privilegio para volver al ascenso. Juan XXIII, por su parte, es tratar de olvidarse los últimos años sin pelear por cosas importantes y regresar a la élite, ese lugar que nunca debió haber dejado de lugar.

Un encuentro que se empezó a jugar mucho antes que el 27 de noviembre. Esto se debe a qué los equipos sabían perfectamente que la última fecha estaba al caer y que sin dudas se verían las caras en una verdadera final, tal vez no por el formato, pero sí por el premio.

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Los ubicados en Forest y Barra tenían más chances que su rival, ya que con sólo empatar se quedarían con el ascenso tan esperado y así, los dirigidos por Leonardo Morelli podrían festejar de cara a su hinchada. En la vereda de en frente la única meta era ganar, no había margen de error y el hecho de ser visitante no era menor aunque la gente de la entidad Papal pudo hacerse presente en el estadio.

Y por algo el partido se hizo esperar. Lo cierto es que tamaño encuentro debió pasar por nada más y nada menos que tres suspensiones. Dos de ellas por lluvia y una por falta de seguridad, ya que la policía ese día estaría abocada a otro encuentro. Pero se jugó y vaya que se vivió una final.

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Es raro ver dos hinchadas en el fútbol argentino, si bien esto fue sólo en Rosario, pudo verse que a través del diálogo ambas dirigencias se pusieron de acuerdo y así cada simpatizante pudo acercarse a la cancha y disfrutar de un espectáculo, en lo que no es menor decir que no hubo incidentes que lamentar.

Después de tanto preámbulo, como el que se vivió para jugar este encuentro (tres semanas después de lo pactado), la pelota comenzó a rodar y la batalla por el segundo ascenso se puso en marcha.

Y al principio se vivió como tal. Ninguno de los dos quería regalar nada, pero como Juan XXIII tenía la obligación de quedarse con los tres puntos fue quien de arranque tomó las riendas del encuentro. Si bien no tuvo muchas situaciones claras, era quien proponía.

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Más adelante, cuando el encuentro estaba a punto de llegar a la media hora, el mejor jugador del Blanquinegro, Ezequiel Ares hizo aparecer su magia y demostró porque era el goleador del equipo (a la postre sería goleador del campeonato) clavando un golazo y empezar a desatar la fiesta en barrio Belgrano.

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Pocos minutos más tarde sería el momento de liquidar el encuentro. Y fue después de que el colegiado dispusiera parar un momento así los jugadores se hidrataban correctamente. A penas se reanudaron las acciones, fue otra vez, quién sino, Ezequiel Ares en marcar estirar la ventaja de los locales con un tiro libre que se metió en el ángulo y de esta manera encaminar lo que sería una tarde soñada.

La Batalla del Oeste

Los protagonistas: Leo y Sergio Duca, G. D'Agostino, D. Vargas, M. Quintana, Emiliano, Leandro y Rodrigo Díaz, A. Arango, Matías Barrios, Matías Avila, Ezequiel Ares, Germán Morini, Joel Rojas, F. Sánchez, L. Giuliano, A. Persig, M. Rodríguez, Elías Pignani, F. Anastacio, R. Huguenet, M. Perrone, F. Conta, M. Ortiz y G. Solís. El ayudante del DT fue Gabriel Fasolis y los profes C. Juárez y R. Monti. DT: Leonardo Morelli.

Además de provocar la tranquilidad en los jugadores de Morelli, esto alteró a la visita de manera casi irreparable porque minutos antes de que concluya el primer tiempo, el elenco Papal vio la roja de su delantero y máximo referente en ataque por no poder llegar al balón y pisar de manera desmedida al arquero local, Leonel Duca.

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Parecía que los quince minutos de descanso iban a servir para que Juan XXIII pudiera regresar al encuentro y así forzar las acciones para lograr el ascenso. Pero no fue así. El complemento pareció que estuvo demás. Río Negro controló lo que quedaba de partido y no lo terminó de liquidar por errores propios. Igual, mucho de esto no le importó, ya que cuando el árbitro marcó el final se desató la alegría y en 77 años de historia, los Blanquinegros conquistaban su segundo ascenso (el primero en 2009), algo que más de uno solamente soñó desde el primer día de pretemporada.

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